Revista interna cuatrimestral del Hospital Universitario Reina Sofía
Abril 2012

Número 24

Revista El Reina Sofía

Crónica

Pendientes de un hígado

Viernes, noche, Córdoba, Sevilla, donación e hígado coincidieron el pasado 14 de enero. Una vez más, como tantas otras, uno de los equipos de trasplantes del Hospital Reina Sofía viajó hasta el Virgen del Rocío con la esperanza de volver con un nuevo hígado para un bebé. Nervios e ilusión recorrieron con nosotros los 145 kilómetros que, con mucha de suerte, tranformarían la muerte en vida

Cirujanos y enfermera en busca del órgano.

Cirujanos y enfermera en busca del órgano.

Por Monte Mora.

Había recorrido decenas de veces los puntos kilométrivos de la A-4 que unen (o separan) Córdoba y Sevilla, pero parecía la primera vez. Mi móvil anunciaba la media noche de un viernes -ya convertido en sábado- que se apagaba cargado de sorpresas. Acababa de recibir una invitación para acompañar a un equipo de trasplante en su viaje por un órgano. Llevaba demasiado tiempo esperando este momento para permitirme dudar.

La entrada en código cero de un bebé motivó la puesta en marcha de la maquinaria. En los asientos de atrás del taxi de trasplantes, los cirujanos hepáticos Javier Briceño y Rubén Ciria eran conscientes de que el órgano que la ONT les ofrecía no era el mejor, pero por la situación en que se encontraba el bebé había que intentarlo. Aún así, "si no fuese muy bueno no lo podremos aceptar para split –técnica que permite partir el órgano en dos para que se pueda beneficiar un bebé y un adulto-. Para el resto de trasplantes que no se hacen por este procedimiento tenemos suerte porque el hígado tiene mucho potencial de reserva y esto nos permite implantar órganos de donantes que no son los más idóneos", explica el doctor Briceño.

De camino, los cirujanos comentan la información que han recibido del donante. Como en cada aventura en busca de un hígado para trasplantar, se sabe la causa de la muerte, datos demográficos, hábitos de vida, edad, sexo, enfermedades asociadas, la analítica más reciente, el tiempo que llevaba en intensivos, los medicamentos que han utilizado para manejarlo y si tenía algún hábito tóxico (serología de posibles enfermedades contagiosas que no se pueden aceptar porque se podrían transmitir).

"Un dato analítico del donante no nos gusta mucho, expresa que puede haber daño en el hígado, a pesar de tener 21 años, pero no podemos saberlo hasta que lo veamos y toquemos. Aunque tenemos nuestras dudas, nos condiciona la grave situación clínica del bebé. Si es válido, eso que nos llevamos y, de lo contrario, nos queda la satisfacción de haberlo intentado", continúa el médico cordobés, que es uno de los cirujanos hepáticos andaluces con más experiencia y reconocimiento en extracción e implante de este órgano. La parte de hígado mayor se trasplantaría a un adulto en el hospital sevillano.

El bebé, de solo 5 meses y 6 kilos de peso, había nacido con una atresia de vía biliares, enfermedad que exige de un trasplante para seguir viviendo. Los cirujanos hepáticos pediátricos del Hospital Reina Sofía le practicaron una intervención al poco de nacer con el propósito de mantenerle con vida durante unos meses y que pudiera ganar algo de peso antes del trasplante. "Nos han avisado sobre las diez de la noche porque la niña está la primera en lista de espera en Andalucía tras empeorar en los últimos días. Previamente se había evaluado a la madre para una donación de vivo pero presentaba una alteración anatómica que hace inviable este tipo de intervenciones. Hemos tomado la decisión de ir por el hígado esta noche a la desesperada", prosigue.

Situaciones como ésta se repiten muchas más veces de las deseadas. La frecuencia no impide que la emoción aflore con cada caso, "piensas mucho en las historias personales de los niños. Me pongo infinidad de veces en la piel de los padres, que viven angustia y sufrimiento en el postoperatorio, en intensivos; y no siempre las noticias son buenas. Sin duda, se pasa peor cuando los pacientes son niños, dar la información a los padres es muy duro", continúa Briceño.

Los doctores Ciria y Briceño al llegar al Virgen del Rocío.

Los doctores Ciria y Briceño al llegar al Virgen del Rocío.

Al tiempo que se iniciaba el proceso de la donación, los padres de la pequeña ingresada en el Materno Infantil eran informados de la posilidad de que aquella noche trasplantasen un segmento de hígado a su hija. Los hepatólogos infantiles habían hablado con ellos y la sangre de su mismo grupo sanguíneo estaba ya dispuesta, por si se llevaba a cabo la operación. Los otros profesionales que participan (hematólogos, intensivisas, enfermería, etc.) también estaban ya avisados para personarse en el hospital si el órgano derivado de un gesto altruista aprobaba el examen de los doctores.

Vuelta a la vida

Según Briceño, "pocas actividades médicas te proporcionan una sensación tan especial como los trasplantes, y eso que nosotros somos cirujanos y estamos todo el día operando. Gracias a ellos, el paciente vuelve a la vida. Siempre recordaré mi primer trasplante de hígado, era estudiante y sería el segundo o tercero que se hacía en Córdoba, lo realizó Carlos Pera. No se me olvida el instante en que lo conectaron y el hígado se llenó de sangre, esa sensación de ver algo vivo que antes estaba muerto es una maravilla. Me marcó mucho, siempre se lo digo a los alumnos, que estén atentos al momento en que el órgano se llena de sangre y cambia de color, es muy emocionante y, después de tantos años, me sigue llamando la atención".

La ilusión que pone en todo lo que dice se aprecia también en sus ojos. Aún así, afirma que siendo miembro del equipo de trasplante se viven situaciones angustiosas, pero también es cierto que "los transportes han mejorado muchísimo. Al principio -cuando había menos equipos de trasplante- viajábamos mucho más lejos y lo más frecuente era ir en avión. En estos viajes, el equipo pone en riesgo su vida claramente, y no es una manera de hablar, es la realidad. A veces le ves las orejas al lobo en aterrizajes tremendamente complicados. Recuerdo que una vez en Barcelona nos escoltaban los mozos de escuadra e iban abriendo paso a toda velocidad coincidiendo con la salida de los trabajadores de las fábricas. Habilitaron un carril en el medio y aquello parecía una persecución".

Además, vivir en primera persona y ser uno de los protagonistas de los trasplantes tiene otro precio, implica un gran sacrificio personal y familiar. Isabel Jurado, la enfermera de trasplantes que hacía de copiloto, relata que esa semana había pasado varios días sin ver a sus hijos, "hemos ido a otras ciudades por diferentes órganos y cuando llegaba a casa estaban dormidos. De todos modos, una vez que pones los pies en el hospital, ya te has olvidado, todo cambia. Para mí supone un sacrificio importante porque tengo dos niños muy pequeños, pero me gusta. Estoy aprovechando el momento porque pienso que si no lo hago ahora no lo haré nunca".

Jamás había llegado a Sevilla –sin utilizar el AVE- en poco más de una hora. El taxista, ducho en el transporte de órganos, es consciente de que en estas situaciones el tiempo es oro y no se puede demorar. En el quirófano del Virgen del Rocío todos estaban preparados y a la espera de los sanitarios cordobeses. La incertidumbre se prolongó escasos minutos, nada más ver y tocar el hígado, el doctor Briceño llamó al coordinador de trasplantes del Reina Sofía para comunicarle que el órgano tenía demasiada grasa. El color anaranjado del hígado lo decía todo. Volvimos a Córdoba mucho antes de lo esperado. El bebé y su familia tendrían que seguir esperado una nueva donación.

*La pequeña no se pudo trasplantar en esta ocasión. Afortunadamente, sirvió una parte de hígado procedente de otra donación generosa registrada dos semanas más tarde, coincidiendo con el cumpleaños del doctor Briceño. Un buen regalo, sin duda.

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